1.7.06

Sueño gris


Había escudriñado cada resquicio de mi memoria para subsanar el obstáculo amnésico que se interponía entre ambas miradas. No le reconocía. Y él me estaba sonriendo. Un quién-eres y todo resuelto, pero cómo. Su rostro se tornó en una sequedad lastimosa que me daba compasión y a la vez aceleraba el esfuerzo de mi recordar. Pero era inútil, ambos permanecíamos por instantes quietos, mudos, ausentes, desconocido él. Instantes escondidos tras un solo segundo real, como inmensos remansos de miedo, penalidades, nervios y pudores aplazados.


Dos besos fingidos continuaron la inmóvil escena; noté sus brazos cálidos al tratar de rodearme pero yo, muy fríamente, liberé espacio al tiempo que me afanaba en identificar sus gestos y su tono de voz. Tenía miedo, estaba aterrada ante mí evidente y repentina parálisis. Logré articular un “¿cómo estás?, ¿qué haces aquí?” para salvaguardar mi orgullo y así obtener tiempo y pistas que me hicieran reconstruir un posible recuerdo. “Yo, no, nada. Aquí seguimos, como siempre.” ¿Siempre? ¿Acaso crees que te había visto antes aquí? Hay que fastidiarse. Quién demonios eres. Suéltalo ya. Y movió su brazo de nuevo. Me aterré, pensé en la imagen que debía de estar dándole, pero cómo pensar en su opinión si ni siquiera lograba identificarle con los restos de mi vida pasada. De pronto, su mano se lanzó a buscar la mía, medio a tientas, y al final del trayecto, dos disparatados dedos rozaron mi mano. La prendió. Temblábamos. Ambos. Mi memoria se rindió, y de ella logró desprenderse un ligero rayo de luz que permitió iluminar la hasta entonces nublada escena.

“¿Eres tú, Sueño?” Ahí estaba él, ante mi impertérrita mirada, sosteniendo una de mis manos entre sudores y nervios que con el paso de los segundos se multiplicaban. El encapotado cielo echó a correr entre sollozos. La lluvia cesó. Y la conversación se llenó de cesuras improvisadas que amoldaban sus silencios a los de mi despiadada memoria.

Seguía sosteniendo mi mano derecha, mientras yo procedía con un disimulado interrogatorio. De prestado. Me habló de una noche, me habló de una puerta, y de un baldío viaje planificado. Retrocedí sobre mis pasos, como aturdida por tanta extrañeza y tanta disimulada vida anterior. Me di cuenta de que desconocía al completo su historia, y no tenía la menor idea de cómo llegué a conocerlo. Cortesía y descaro. “¿Has venido a buscarme? ¿Qué quieres de mi?” Lejos de lo esperado, me contestó con una cortante proposición: “Llevarte conmigo, quiero que sueñes de nuevo”. Silencios, uno tras otro, descabezados, rotos por muecas sin sentido alguno. Quería correr y estaba congelada. Quería desaparecer y el Sueño no dejaba de mirarme. Finalmente, lo abracé fuertemente. Enmendada la compostura, no quedó más remedio que refugiarse en las palabras. Dos tazas de café extremadamente cargado, vueltas y medias, más manos, puertas, cerraduras y aberturas sigilosas, más vergüenzas y más respetos. Y sueños. Más sueños.



Se despidió fugazmente. Me dio la bienvenida. Asombroso. Y su mano se escapó de la mía. Maleta, babero, gafas de sol y sombrero de paja. Para el viaje y sus imprevistos. Pues sí, yo también I-think-I´m-paranoid. Te seguiré buscando, Sueño. En otro sueño, tal vez menos olvidadizo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Pues igual es verdad y toda la vida es sueño y lo efímero es eterno, lo real se torna incierto y el inicio no es el mes de Enero sino el final de una historia que empezó con un “te quiero” y terminó con un “me muero” y con la ilusión de un nuevo sueño, un susurro sincero y una caricia en el pelo que se mueve con el viento y que llora entre los dedos porque quiere ser libre como el amor que siento al ver en tus ojos los reflejos de un día de invierno triste y altanero. Porque quiero soñar con un sueño y sus caprichos, sus aristas y sus vicios y saberme libre es el hechizo de esta cosa sin sentido que es la historia de un retiro al interior de mi mismo y mis instintos. Prisionero en mi propia historia de ensueño y de recuerdo, entre lágrimas y consuelos de imagines que retengo entre los huecos de mi ego y que revivo con recelo y con miedo al retorno de lo incierto. O eso creo. Interesante el blog. Y este lector te dice: ¡Hasta el próximo vuelo por este rincón donde se detiene el tiempo!