Un palo tras otro. Y al final no hay luz. Majaderías. Ni luz ni piñatas, ni helado de fresa. Nada. Vacío, tal vez. Y silencios rotos por algún que otro nuevo estruendo. Y otro palo. Aterrador. Como la vida misma. Una vez descendida al interior de lo cavado, ¿cómo armarse de valor, tener fuerzas para agarrar la arena ardiendo y evitar otro resbalón?
El colofón, parece mentira: en un artículo de prensa. Es la descripción oportuna de este tiempo sin pausa. De este día humeante, mojado en decepción e indiferencia. Tomás Cuesta, inmejorable inicio de su columna:
"Cuando, al volver la esquina, un día como tantos, nos zarandea el ventarrón de la tragedia, las palabras caducan y no hay otro refugio que esa tierra de nadie por la que serpentean las hondas cicatrices del silencio."
No quedan fuerzas ya. No queda nada que no esté putrefacto, o en camino. No quedan palabras cuando la tempestad arrasa con el último canto del suelo. Queda sed, quizá. Y calor, un calor de julio excesivo. Y permanece la mesa con polvo. Y una silla junto a ella. Nada más. Nadie más, nunca. Nunca hay nadie más. Tus dedos que se manchan, un estornudo muy probablemente. Astillas. ¡Agua, por favor! Y no hay agua. Y no hay libros que quepan en un laberinto cubierto por cenizas.
¿Cómo cerrar los ojos y olvidar, cuando todo duerme bajo las pestañas, junto a nosotros? Y pasa el tiempo. Y van quedando astillas clavadas. Babe, i´m ready. ¿Pero para qué narices estamos preparados? Venga, basta ya.
La sinceridad del reloj me conmueve,
sueño maldito,
¿cuándo me harás despertar?
Las horas se desgranan
en la esquina,
lejos,
sobre mis manos.
¿Por qué diantres dormimos?
Cerrar ojos, para volver a abrirlos.
¿Por qué rechinamos al despertar?
Como atragantados por sombras trágicas
que miman nuestro arrugar sin luz,
invisibles.
Pues igual es cierto, amigo Sueño. Que vivimos entre algodones y pellizcos: trémulas nubes de ensueño y fantasía, con fulminantes haces de realidad que nos despiertan estremeciéndonos. Será eso. O no. Quién lo sabe. Palos, como quien dice.
¿Pero serían los sueños ajenos al marcador de tiempo?
¿Seremos enredos descolocados sobre un tapiz con números? ¿Moribundos sacos rotos?
¿Y la música el color de esas imágenes desgastadas? ¿Será Calderón un tropiezo de luz?
¿Será París un sueño?
Sí, porque mañana despertaremos...
1 comentario:
Sueños son los deleites, los amores,
la juventud, la gloria y la hermosura;
sueños las dichas son, sueños las flores,
la esperanza, el dolor, la desventura;
¿Y qué es la vida sino un estado de ánimo? Ilusiones; memorias; sueños; lágrimas e historias; pasiones rotas y frustradas entre lamentos de algo que perdimos por querer hacerlo nuestro y temerlo al ser ajeno. Y ahora la memoria es eco entre las columnas de un futuro hueco de esperanzas y de anhelos al que nos enfrentamos con miedo a no encontrar lo que realmente queremos: aquello de lo que huimos cuando lo tenemos, por miedo a comprometernos o por temor a ver hecho cierto un sueño que creíamos lejano, perfecto e inalcanzable por momentos. He aquí mi sueño; si me permite se lo comento:
-Si. Quiero vivir, pero únicamente el pasado, desandar los pasos andados y retomar aquellas palabras que en su día salieron de mis labios; y no recordar sueños muertos ni lamentos de aquel gris mes de Enero. Me estremezco cuando veo tu cara reflejada en los charcos quietos donde también se dibujan las nubes del cielo cubierto, plomizo y muerto. Entre los pliegues de mi mente aún recuerdo las palabras que salieron de tus dientes cuando nos vimos y clamaste valiente “mi razón no comprende lo que mi corazón siente al sentir tus manos calientes en mi vientre”-
Y de nuevo el viento roza mi cara y me despierto llorando al creer que era cierto el sueño más hermoso que recuerdan mis párpados entreabiertos. Pero nunca será real al no poder yo influir en la voluntad de quien tanta ilusión genera en mis ratos de soledad. Soledad confirmada con su ausencia que en esencia es la causa del sinsentido de mi existencia que vivo entre llantos y ruegos de clemencia: Ser absuelto de mi único pecado, que fue amar sin paciencia en este mundo de prisas y torpezas en que se cierran ante mis ojos las puertas entreabiertas con un cartel que dice: “entra” Pero siempre me dejan fuera... ¡Puertas y más puertas!
Es ahora cuando me disculpo por tener que ausentarme y finalizar aquí este verso que quiero dedicarle por tener un espacio tan agradable donde puedo evadirme de las calamidades de una rutina que a veces se presenta desagradable y cansina. Saludos cordiales y hasta pronto. Mientras tanto siga usted sujeta a la magia de los sueños. Y siempre con la puerta entreabierta. Recuerde que soñar es la meta...
Sí, porque mañana despertaremos...
BY DREAM
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