20.8.06

Réquiem de verano



Los días acortan. Ya no se escuchan las mañanas de cielo azul, aquellas que iluminaba el cálido sol al penetrar a través de la ventana, porque el cristal se cierra ahora de golpe. Y la vida con él. Agosto se ejecuta ya en la madurez, aquella en la que las tonterías del recién llegado se esfuman; cuántas tormentas y bochornos malgastados e inútiles. Queda si acaso la remembranza, rellenar el tiempo de fotogramas obsoletos que brinden a los sueños la capacidad para reemprender historias extrañas y descompuestas. Y qué repetitivas nuestras vidas: habrá más veranos, como los hubo, y todos serán siempre iguales. Pero hoy es preciso agua caliente en la ducha, vapor y mucho vapor, es obligado pasear con manga larga en un bolsillo, y evidente el hallar cada vez menos espacio libre en las adustas calles, porque poco a poco el mundo ruidoso y abrupto regresa de su evasión veraniega.
No hay vuelta atrás en el cruento juego del reloj. Acaso la pista principal para deshacerse de cualquier extraordinaria novedad climática: notar cansancio en el repetitivo calor de una estación relajante, renovadora, necesaria e imprevisible, desear ya el cambio de la estampa dorada de los campos castellanos, anhelar el frescor de la caída de las hojas, de ese ocre emborronado que es el otoño. Y pensarlo. Se nos va. Un agosto terminal, que parece permanecer en vida sólo para menudencias económicas: firmar su testamento: preparar impuestos y nóminas. Madurez, seriedad y sobriedad, que se reúnen amodorradas sobre un viento glacial, una noche que cae con prontitud, y una austeridad que va rellenando todos los resquicios de la aún desierta ciudad. Octubre nace ahora. Hoy. Puesto que el verano ha muerto con el réquiem silente de la despedida: adiós.

Ilustración: "Requiem", Atelier René Böll

1 comentario:

VICTRIX dijo...

Desde luego, si de algo estoy seguro, es de que el Otoño es la época del año que más me gusta. Al margen de la ya sabida satisfacción que me puede provocar ésta época por ser la que marca el regreso a la rutina, hay muchas otras cosas que me gustan del Otoño, y no solamente porque siempre se me haya dado bien en todos los aspectos. El campo es especialmente pintoresco en esta estación y es posible disfrutar de los días sin esa sensación de sofoco que puede producir el hecho de que éstos sean excesivamente largos, pero tampoco sin caer en la triste monotonía invernal. Así es, los días acortan y Agosto, y el verano con él, se nos va. Sorprendentemente rápido, a mi modo de ver, pues no he disfrutado de vacaciones propiamente dichas. No importa, no me entristece demasiado. Hasta la próxima. Entre los buenos recuerdos sólo quedan esas mañanas de Julio en que se hacía extraño no oír el despertador a las 7.15. Por lo demás ahora quedan por delante nuevos proyectos e ilusiones después de un reposo un tanto triste y melancólico por circunstancias ya citadas días atrás y que no es necesario repetir insistentemente. La vida sigue, el tiempo borrará los recuerdos pasados y nos traerá nuevas esperanzas.¡Seamos optimistas! Saludos cordiales.

P.S. Francamente terminará usted por convertirse, por méritos propios, en una de mis escritoras de referencia. Un placer leerla.