Hipólito se sentó sobre el sillón de su despacho sosteniendo un libro entre sus agrietadas manos. Balbuceó lo siguiente:
- Lo sabía, todo este tiempo para nada.
Pasados unos minutos, levantó la cabeza y miró el turbio reflejo de la luna menguante que se desprendía sobre el suelo. Recordó la noche en la que, sentado sobre el mismo sillón, observando la misma luna, comenzó a escribir las primeras líneas del libro. Se lamentó en silencio: “mi vida siempre fue un error, no debí haber nacido para esto”. Relajó su cabeza sobre el respaldo. Con sus manos sosteniendo ese mismo libro, cerró los ojos y suspiró. Y, en ese justo instante, su vida llegó al final.
- Lo sabía, todo este tiempo para nada.
Pasados unos minutos, levantó la cabeza y miró el turbio reflejo de la luna menguante que se desprendía sobre el suelo. Recordó la noche en la que, sentado sobre el mismo sillón, observando la misma luna, comenzó a escribir las primeras líneas del libro. Se lamentó en silencio: “mi vida siempre fue un error, no debí haber nacido para esto”. Relajó su cabeza sobre el respaldo. Con sus manos sosteniendo ese mismo libro, cerró los ojos y suspiró. Y, en ese justo instante, su vida llegó al final.
1 comentario:
Publicar un comentario