Quiero desayunar en una nube. Allí, en su colchón de fantasías, a lo alto, y comprobar con un vistazo la posición contrapuesta de la tierra y del cielo, la latitud exacta de la calle príncipe, la mirada de envidia de una paisana cualquiera. Y nada más abrir los ojos mirar el azul, inevitable, y su luminosidad. Un precioso cielo. En una nube confortable, amplia, espaciosa, densa, blanca, crujiente, gustosa. Quiero desayunar una nube. Llegar allí en una nube-alfombra mágica. Desayunármela, la nube, sí, y cuando haya terminado, dejarme caer en el vacío por no tener ya nube a la que aferrarme. Porque esté dentro de mí. ¿Podré entonces, con la nube en mi estómago, surcar yo los cielos y lloverme, y evaporarme, y dejarme llevar por el siroco? Hacer deporte correteando por los nublados, hacer migas o enfadarme con la nebulosa, saltar de nube en nube, cual tejados de algodón sin tejas ni goteras ni chimeneas, nube tras nube y zancada tras zancada. Para entonces descansar en otra nube. Y comérmela más tarde. Pero hablábamos de desayunar, no de glotonear nubes. Demasiadas nubes ya en mi cabeza.
Quiero desayunar tostadas con mantequilla soriana y mermelada de abricot. Vaya mezcla. Pero me gusta, y soy yo quien manda, esta vez sola -afortunadamente-, con mi desayuno. Quiero zumo de naranja natural. Y exprimirlo yo misma con mis manos pringándose. Ni muy ácido ni muy dulce. Con cucharilla para que cunda más. Quiero desayunar bollos, toda clase de bollos: ochos, palmeras, pepitos, cañas, napolitanas, abisinios, bombas, cuernos –hay que ver qué bélica se ha vuelto la repostería. También quiero fiambre, del bueno. Quiero fruta, mucha fruta. Qué manjar esta dichosa fruta. Quiero manzanas, melocotones, fresas con mucha nata helada, una rodaja de sandía, o dos, y melón. Y uvas sin ira, quiero cerezas sin licor, y quiero leche condensada. Condensada como las nubes. Quiero nubes de espuma, y después quiero un baño de agua caliente con nubes. ¿Darán masajes las nubes?
Quiero desayunar tostadas con mantequilla soriana y mermelada de abricot. Vaya mezcla. Pero me gusta, y soy yo quien manda, esta vez sola -afortunadamente-, con mi desayuno. Quiero zumo de naranja natural. Y exprimirlo yo misma con mis manos pringándose. Ni muy ácido ni muy dulce. Con cucharilla para que cunda más. Quiero desayunar bollos, toda clase de bollos: ochos, palmeras, pepitos, cañas, napolitanas, abisinios, bombas, cuernos –hay que ver qué bélica se ha vuelto la repostería. También quiero fiambre, del bueno. Quiero fruta, mucha fruta. Qué manjar esta dichosa fruta. Quiero manzanas, melocotones, fresas con mucha nata helada, una rodaja de sandía, o dos, y melón. Y uvas sin ira, quiero cerezas sin licor, y quiero leche condensada. Condensada como las nubes. Quiero nubes de espuma, y después quiero un baño de agua caliente con nubes. ¿Darán masajes las nubes?
Mientras tanto quiero escuchar Sweetest thing en la nube de azúcar, y Lemon en una refrescante, y Réquiem de Mozart, incluso a Xuxa o a Bob Dylan, lo que sea, naturalmente, sobre las nubes. Y las noticias, pero un noticiario de nubes, hecho por y para nubes, que hablen sólo de nubes al alza, de nubes con depresión, de nubes políticas, de nubes que saltan, de nubes bonitas, de nubes mal á la tête -¿cuál es la cabeza de una nube?-, de nubes gruñonas, de nubes que se resienten, de nubes nacionalistas, de nubes subidas al monte, de nubes que rescinden sus contratos, de nubes con liposucción y silicona, de nubes afónicas, de nubes preocupadas por el efecto evaporación, de nubes inteligentes y cultas, de nubes guionistas, de nubes con premios, de fichajes de nubes, del planeta de las nubes... Quiero pasear nubes, dormir nubes, leer las estelas de las nubes. Y sobre todo quiero soñar que desayuno en una nube.
5 comentarios:
Parece que tienes hambre... Siempre he pensando que en las nubes se debe de vivir mejor. Algún día intentaré asaltar una que se me cruce y escaparme. En el supuesto de que las nubes vengan por estas tierras perdidas. ¡Ay, si tuviera nubes! Sólo nos quedan las de azucar, de las que hacen expresamente para comer.
Un saludo!
Parece increíble que a estas alturas del cuento... perdón, leí un fragmento de Tantalalúnala y esos peces bombardearon los restos de mi alma comatosa. Gracias por ser lucernario en esta oscura vida y gracias por leer. La guerra está perdida, pero esta batalla... también, supongo. ¡La dulce poesía del derrotado, libre de arrogancia, libre de cargas, tan espaciosa tras el hurto de su orgullo!
Anónimo, ¡¡¡Tantalalúnala!!! Jo, sigo buscándolo pusilánime en librerías de lance. Y tantos otros. Como quien busca el rayo de luz. Lo verdadero quisiera el mundo dejarlo obsoleto a su atronador paso. Buscando libros, o islas, o personas, o luz, así es como el derrotado se convertirá en un héroe salvándose a sí mismo. Fuera, tal vez desolación. Yo entendí bastante con la posible excepción de alguien.
Bienvenido. Muchísimas gracias a vos -qué emoción al leer y saber del corazón tornando como pollo al grill, cogido por dos páginas, pese a lo que dicte la natura- ya sea lector o escritor de versos, traductor o codificiador de estancias, sabedor o desconocedor de esta realidad vestida en calles arrugadas, y vaya si nos regalan planchas con el libretón. Qué peces esta vida...
Samuel, este mundo necesita de un pinche asaltanubes. Sálvanos! Y, entre tanto, de dulzor. Yo también pensé que en las nubes se debería de vivir mejor, pero mejor mejor, en la luna! Estoy segura. Gracias a ti también, amigo.
asaltanubes, eh?...
like it!
; []
n a c o
Pues nada. Gracias por ofrecerte naco, jeje. Ya tenemos dos voluntarios. Que se preparen los cumulonimbos! Yo os seguiré desde la retaguardia.
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