Como un pájaro despistado que vuela, se desliza en el aire jugueteando a subir y bajar, dar media vuelta y aterrizar sobre el suelo, así, así es la eme. Es la eme un juego continuo, desde que la punta de la lanza despega hasta que se detiene atenta, una vez descendida al precipicio de la escritura. Comienza alegre, ajena a la maldad implícita de una tinta que se agota o de un viento que sople fuerte, desprevenida y entusiasmada va creciendo hasta llegar a la primera cima, sobre la que observa el volcán que se abre en su imaginación. Lo camina, primero baja y llega hasta el valle en uve que un río labra sobre la meseta ascendida anteriormente. Y vuelve a elevar su altitud, hasta llegar a una segunda cima. Por delante, el vacío. Pero la fuerza que del volcán furioso o de la corriente del río cristalina consiguió al pisarlo antes de llegar al segundo pico, la utiliza ahora para proseguir con su labor, y finalizar sana la construcción de su hogar. El hogar logrado donde la eme se refugia cada día. Donde la eme: es.
Geografía y ciclismo son las disciplinas que la eme representa. Es obvio su porqué. Una eme es un perfil perfectamente diseñado, con tramos de diversa pendiente e inclinación. La mano al escribirla se asemeja al ciclista que, resistente y voraz, los recorre lenta pero eficazmente. Los explora. Los mastica. Y los supera.
Hay muchas formas de escribir emes. Cuando yo era pequeña solía confundir la eme que algunas personas dibujaban a mano con la doble ele. Son ambas letras bellas, presuntuosas, esbeltas, gustosas, prolijas, sonoras, presumidas, rellenas de blanco o color como si un tesoro escondieran en el interior de sus trazos. Las dos mitades de una eme tienen aires de columnas adornadas, de ricos lazos atados por una escrupulosa cinta delgada.
Era la eme precisamente la única letra del alfabeto que peor he trazado siempre. Por su esfuerzo y laboriosidad. Así como el número ocho, las longitudes del lazo siempre resultan distintas, no hay uniformidad ni perfección en una eme. Llegué a detestar el hecho de escribir una eme. Pero recorría apenas el principio de mi larga relación con la letra. Actualmente, la eme es mi mejor confidente. Es mi mejor amiga y cada vez que me encuentro ante una de ellas, una eme hermana, los pelos se erizan y toda una enorme ilusión recorre mi interior. La peculiaridad de la eme me es mucho más profunda que un simple juego de signos. Más que un simple juego de emes que se persiguen explorando las lindes terráqueas. Es la hermosa eme. Son las emes. Es mi EME.
Tres Emes, de Mujer...
2 comentarios:
La "M" me duele.
He perdido tres en los últimos tiempos.
A una se la llevó un infarto (abuela, te quiero).
A otra, como tu nombre, con 21 años, una de mis mejores amigas, se la llevó el mal tiempo y un conductor que no frenó cuando debía.
Al último (pero no único, espero) aMor, se lo llevaron sus problemas y le han podrido la vida y el corazón.
Y yo...me quedo en este mundo hecha una Mierda :(
La M tiene muchas posibilidades. Llena las tuyas de belleza, que yo sigo buscando, de momento, una letra mejor (sin olvidar a mis "emes").
Besos :)
Ya lo siento, querida Brid. La verdad es que tu testimonio es a veces ese necesario otro rostro de las cosas. Y en especial el de tu amiga, un año más que yo de vida, y todo lo que en mi interior aguarda su momento (deseos, sueños, esfuerzos, logros, recuerdos), imagino que en ella también, truncados de pronto. En fin. A seguir adelante, sea con una eme o con una jota, o con una i griega. En mi caso, nada más mirarme al espejo, no puedo ver nada más que emes. Pero reconforta saber que, seguramente, de ahora en adelante esas emes me recordarán tu nombre.
Un abrazo.
Publicar un comentario