10.5.06

Aquellas historias a bordo del Judith (I)

"Lloré, lloré, lloré
¿Y cómo pudo ser tan hermoso y tan triste?
Agua y frío rubí, transparencia diabólica
grababan en mi carne un tatuaje de luz.
¡Helada noche, ardiente noche, noche mía
como si hoy la viviera! Es doloroso y dulce
haber dejado atrás a la Venecia en que todos
para nuestro castigo fuimos adolescentes
y perseguirnos hoy por las salas vacías
en ronda de jinetes que disuelve un espejo
negando, con su doble, la realidad de este poema."

(Versos de Arde el mar, Pere Gimferrer)


Con el tiempo, regresar a los fríos lugares de los que un día huimos horrorizados es siempre angustioso; a partir de ahora, trataremos de que aquellas palabras escritas en la otra cercana Venecia, y bajo el fuego de hordas, no caigan en saco roto. Y no consuman el aire más rápido que nuestra memoria. Esta vez, sin prisa. Volvamos a empezar aquello que un día quedó descolgado sobre el papel. Mojado.

El misterioso diario de Francis Drake...

***
(Última anotación)
Soñé durante tantas noches. Deseé durante tantos días en la mar y en las tierras lejanas. Quise tener tesoros y riquezas. Pero para ello hacía falta conocer muchas cosas. Aprendí durante tanto tiempo, y cuando al fin logro la oportunidad de quedarme con el dinero y el tesoro que tanto había añorado, ¿qué iba yo a hacer? ¿Ignorarla y seguir al lado de mi gran maestro, o hacer uso de todo lo que él me había enseñado para cumplir ese sueño? Mi afán y astucia consiguieron lo que yo nunca había imaginado que podría conseguir.

¡Lo logré! Sí. Yo, Francis Drake, primo y aprendiz de John Hawkins. Tras meses de silencio y falsedades, he conseguido llevarme el tesoro y el dinero. Mañana llegaremos a casa, parece que el viaje toca su fin. Esta noche dejaremos el oro escondido en algún islote cerca de la costa donde podamos recuperarlo fácilmente dentro de un tiempo, cuando todo haya pasado. No sé qué habrá sido de mi primo John, pero creo que habrá podido salir de allí con vida. Es listo y sabe cómo arreglárselas. No creo que le haya ido mal. Aún no he pensado una historia para justificarme ante las autoridades y ante mi tío William. Tendré que improvisar, aunque no sería la primera vez... Todo ha salido según planeé. Y creo que no hago daño a nadie. Supongo que la señora Reina y los Hawkins sabrán reponerse de las pérdidas.

La verdadera historia es que durante los días previos al ataque del Virrey Enríquez en San Juan de Ulúa, mientras mi primo se afanaba por reparar los barcos y fortificarse en la isla, yo decidí comenzar a actuar por mi cuenta, sin que John fuera nunca consciente de ello. Aproveché una de los intercambios de rehenes a los españoles para entrevistarme con el Virrey, a quien le ofrecí la entrega del Jesus of Lübeck y los demás barcos a cambio de que nos dejara escapar en el Judith y el Minion. Por supuesto, le hice creer que todo el oro se hallaría en el Jesus, en pago de nuestra libertad. Creo que la idea de una batalla encarnizada tampoco era del agrado del Virrey, que no tuvo dificultad en aceptar el pacto.

Esa misma noche, mientras John estaba en el Minion, reuní a mis hombres de confianza y nos dirigimos al Jesus of Lübeck, para supuestamente traspasar el oro al Minion, como habíamos pactado. En realidad cogimos todo el oro y el dinero y lo llevamos a mi barco, el Judith. El traslado del cargamento duró hasta la mañana, sin que nadie descubriese nada, pero creo que fue la luz del día la que permitió a los españoles vernos sacando del Jesus los fardos con oro. Esto no lo debió interpretar nada bien el Virrey, quien sin demora alguna comenzó un atroz bombardeo desde su buque. Apenas nos dio tiempo a alejarnos en nuestro bote a toda velocidad. Cuando llegamos al Judith pude contemplar asombrado como el Jesus estaba seriamente dañado y comenzaba a arder. Probablemente se hundiría poco después.

Realmente no sé cuánto tardó en hundirse el Jesus, puesto que zarpamos con el Judith inmediatamente. El Virrey español seguramente se sintió engañado por los piratas ingleses, igual que mi primo John, ignorante de todo en el interior del Minion, quien no creo que entendiera la razón del traicionero y precipitado ataque de Enríquez.

Mas todo esto poco importa ya; sin duda, el repentino ataque y las paradas de aprovisionamiento constituyen mi coartada perfecta ante todos. Una vez que escondamos el tesoro que traemos no quedará en el Judith prueba alguna de la verdadera historia de San Juan de Ulúa. Mis hombres de confianza han recibido ya pago por su silencio. Nadie nunca sospechará nada. Supongo que John me reprochará mi huida cuando llegue a casa; pero, ¿cómo podría yo haberle esperado si llevaba en mis bodegas su tesoro, su dinero...?

Lo mejor será cuando más adelante desenterremos el cofre y me lleve a casa el tesoro tan bien valorado. Nadie sospechará nunca nada. Y yo pasaré a tener una independencia económica considerable sin necesidad de recurrir a John.

¿Qué sería de mi gran estrategia si no hubiese aprendido antes de él tantas cosas? Ahora sé que en las próximas expediciones que realice debo tener una buena comida y un refinado mantel, además de muchos hombres que me respeten, un buen trato con las autoridades y más especialmente con la Reina y los inversores, y un plan que nunca falle.


Espero también que pueda al fin, libre de toda pena, disfrutar mis ocultas ganancias con la mujer que llena mi vida en cualquier momento, hasta cuando me encuentro a leguas y leguas de distancia. Mi amada Mary Newman, con la que ya llevo casado desde el 4 de julio de 1567. Ella sabe que nos vamos a poder permitir cualquier lujo. Y además también voy a poder costear yo mismo las próximas expediciones a las Indias, que tengo pensado realizar el año que viene.

Quizá un día, algún certero historiador encuentre este cuaderno debajo de una baldosa, en el fondo del mar o enterrado en una isla con numerosos tesoros, y resuelva todo esto que ahora sólo permanece en mi memoria y en la de algunos otros.

Hasta ese día, en que lo más probable es que yo ya no viva, todo esto quedará conmigo en este diario. Diario que pertenece al más audaz de los piratas de hoy, el mejor alumno de su profesor, el más afortunado, yo mismo, ahora, Francis Drake.

Hasta entonces.

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